sábado, 20 de junio de 2015

Micro-Historia...

En el terror de la oscuridad se esconde un pasado oculto a la sociedad. Los años pasan y aunque la tecnología y los libros han dado información se ha convertido en un misterio para el mundo.
¿Qué ha pasado? El mundo se ha vuelto ciego ante lo que está en su mirar.
Las estaciones enloquecen a los periodos de tiempo, ya no ocurren en su momento y un ente demoníaco se presenta; es una entidad llena de sombras que juega con la mente de ese alguien que se encuentra en su presencia.
María, Ingenia un instrumento de fe para escapar de un infierno que le atormenta y ésta a su vez cree contar con Lucero que cree saber más que cualquiera solo por cargar en su poder una Biblia que para ella es un recurso poderoso.
Al pasar los días las torrentes se hacían de piedra, es decir, dura y fuerte, llena de base para eliminar a cualquiera, pero María no era boba, ella estaba amarrada a su fe que no la abandonaba, mientras Lucero se mantenía al extremo del desastre.
¡Dios Existe! gritaba con otras palabras que le acompañaban y se llenaba de valor al fortalecer la fe que en ocasiones le flaqueaba.
No será fácil le decía Lucero, pero, si eres fuerte has de ganar la batalla.
María sabía que las esperanzas eran cortas pero que poseía algo que le impulsaba, era el mismísimo Dios que se le presentaba y aunque no le podía ver, sabía que allí estaba.
La fe mueve montañas para los creyentes y aunque muchas veces perdamos, me alzaré y defenderé en lo que creo aunque ello me lleve a la muerte.


Lucero: ¿Que harás si esa misma muerte, en vez de poseerte, te lleve al infierno?

María quedó estupefacta; nunca pensó en ello, ella creía que era de ese tipo de almas blancas que mueren a su tiempo y llegan directo al cielo, confirmó que era algo erróneo lo que pensaba y que le habían preguntado una lógica muy posible en esos momentos, es decir, comenzaba a dudar de sus propios criterios.
Si me arrastran al infierno, ellos seguirán en ese extremo y me sentiré feliz con que no posean mi cuerpo para que no entren en éste universo. -Dijo María con un orgullo enorme, como si fuese la mejor respuesta dicha por un muerto-.

Lucero: ¡Comprendo! Debido a tu respuesta, quiere decir que ya te sientes preparada.
María: ¿Preparada? ¿Para qué?
Lucero: Para morir.
María: ¿Morir? No planeo morir en éstos momentos; y no, no estoy preparada aunque admito que ya perdí el miedo. ¿Me estás diciendo que no tengo esperanzas y que debo rendirme sin dar la batalla?
Lucero: No, solo digo que hay que estar preparado para lo peor.

En eso, María suspiró hondo y vio como el miedo que decía no tener le había entumecido el cuerpo. Sabía que era valiente, pero, también sabía que hasta el más valiente lo abatía el miedo.

María, una joven de 22 años, se sentía bien por tener a una guía como Lucero, una guía que le advertía con sinceridad los más altos riesgos.

¿Por dónde comenzamos? -Exclamó María-.
Lucero: Comencemos por contactar a un cura, un papa o un apostólico de esos.
María: Bueno... ¡Comencemos!
Durante todo el tiempo, comenzaron con la búsqueda, le dijeron que si era cierto todo lo que contaba ya que no presentaba algún indicio de ello y que las ojeras que poseía podría ser producto de un mal sueño.

Exacto. -Replicó Lucero-. María no ha podido  dormir a causa de ello, de eso que usted deduce como un mal sueño y resulta que es real lo que le estamos diciendo.

Mientras ellos se comunicaban, María había tomado un aspecto enfermo, feo; los ojos se le tornaron negros y de la voz dulce que poseía no quedaba ningún indicio.
El primero en percatarse fue el cura, ya que estaba de frente y Lucero que estaba de espaldas a un extremo logró percatarse a tiempo. Era como si el mismísimo demonio se le presentaba para que el cura comprobara lo que admitía como una infame creada por terceros.

Dios Mío. -Ambos exclamaron-. Fue como si se hubiesen puesto de acuerdo para susurrar en voz alta lo que estaban viendo.

María (Demonio): ¿Qué ocurre? No debería de sorprenderlos, son unos ingenuos por pensar que les entregaré ésta alma e incluso éste cuerpo. Veo sus miedos en sus ojos, sus creencias no son tan fuertes como dicen serlo, sólo son un montón de hipócritas alabando a un mediocre que dice estar en el reino de los cielos, les enseñaré el infierno cuando me haya ocupado de sus estúpidos cuerpos y las necesarias almas para que se quemen en el infierno, MALDITOS.

María que no parecía María, replicó con una fuerza enorme que surgía de su alma, de su cuerpo, del espíritu que la comenzaría a defender en ese mismo momento.
¿Cómo te atreves a llamar a mi Dios un mediocre? Cuando eres tú el que necesita mi alma y mi cuerpo.
¿Cómo te atreves a decirnos hipócritas? Cuando eres tú el que está mintiendo.

¿Mintiendo? Sabes que no lo estoy haciendo. -Replicó el demonio con una risa burlona que desgarraba la situación y el momento-. Eres tú la que ha traicionado a tu supuesto Dios, ¿o te recuerdo quien posee tu cuerpo? Me diste el permiso y por eso estás siendo consumida por lo negro que represento.

Estarás en mi cuerpo, si; te habré dado permiso, tal vez, no lo sé; de lo que estoy segura es de que no me estás consumiendo y yo, sigo teniendo fe en el Dios, el rey de reyes, el rey de los cielos.-Replicó María con mucha seguridad, tal seguridad incomodó al demonio-.

Ésta era una batalla a muerte, uno insultaba y el otro respondía, en ningún momento el silencio los invadía, pero, en algún momento que el ente bajó la guardia, María, con una habilidad fuera de lo usual tomó la iniciativa con una oración que le habían inculcado desde niña:

“San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sea nuestra amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímele Dios, pedimos suplicantes, y tú, Oh Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás, y a todos los espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

Ella, pronunciaba muchas oraciones y el demonio intentando persuadirla decía... Serás pisoteada por mí y en el infierno te haré cruzar la línea del dolor, te convertiré en una ramera ultrajada por TODOS, si piensas que con esas oraciones triunfarás, ¡olvídalo!

En ello María recordó una información bastante necesaria y comenzó a retarlo diciendo:
Tú, sólo eres un instrumento de Dios, no sé si ya lo sepas, por que en su palabra dice: “Tú serás pisoteada por los demonios. Prepárate, hija mía, el demonio a Mi pedido será el que sumará el último toque a mi plan que llevaré a cabo en ti, es decir, tu santificación”.

No necesito de ti ni del mismísimo demonio, me basta y me sobra con el rey, así como te dí "permiso" te lo quito, te expulso de mi cuerpo como lo hizo Jesucristo al morir en una cruz y ser clavado por nosotros mismos.

Lucero y el cura estaban estupefactos y pálidos, no creían que María le estuviese dando la batalla, no creían que ésto fuese posible ya que lo estaba haciendo desde dentro, allá donde el demonio quería mantenerle reprimida.

Así no funcionan las cosas.-Replicó con furia el demonio-. Tu cuerpo es mío, ya lo es desde éste momento...

-Le interrumpió María diciendo-.
Señor de los cielos, permíteme el poder de San Miguel, hazme llenarme de mucha luz para que éste ser salga y no entre nunca más en mi cuerpo; concédeme la sabiduría y la gloria para eliminar de raíz éste mal que me ha poseído por sorpresa. Señor, ¡levantame! No quiero morir sin antes despojar éste mal que contiene mi cuerpo.
En ello, calló al suelo como una hoja en otoño y con el corazón exaltado, Lucero, corrió a su encuentro. 
Permaneció en un sueño profundo durante varios días, cuando despertó preguntó que había ocurrido luego, ya que se encontraba con cruces y agua bendita por todo su cuerpo.

Lucero: Una pelea de guerreros, donde el triunfador no ha sido el demonio o el infierno.

María agradecía a los cielos por el valor infundado y por los guerreros (personas) que le ayudaban para que no estuviese en su propio entierro.

Ahora entiendo; la palabra es fortaleza, luz, fe, sabiduría, es la plenitud de muchas cosas...-en ello la interrumpió Lucero-.
No sólo fue Dios, fuiste tú, porque sin tu fuerza espiritual hubieras... hubieras muerto e incluso ya lo estábamos dando por hecho.

A María no le sorprendió, sólo alzó la vista hacia el cielo y en ello exclamaba:

"Bendíceme Señor...
Padre Celestial, Dios Todopoderoso.
Con humildad vengo ante tu Presencia. Que gozo tan grande es venir ante Ti.
Te doy gracias y te alabo por tu Majestad Infinita, tu Omnipotencia y tus Perfecciones.
Por favor perdóname todos mis pecados.
Señor, vengo ante Ti en mi nadaísmo.
Quiero adorarte, quiero amarte con todo mi corazón, con toda mi mente, con toda mi alma y con toda mi fortaleza.
Quiero arder con deseo de Ti como un ángel.
Te necesito mi Señor, No soy nada sin Ti.
Te pido que me levantes ante tu Gloria.
Brilla tu luz sobre mi, permíteme caminar contigo y hacer siempre tu santa voluntad, protégeme y bendíceme, Oh Señor Misericordioso.
Lléname con tu Espíritu Santo, concédeme Paz, Amor y Gozo.
¡Sáname! Bendíceme y santifícame, Oh Señor.
Hazme una bendición para todos aquellos a mi alrededor. Amén".

Y con ello pasaron los años y si a María se le volvía a presentar otro demonio, se juró mantener con firmeza la fuerza de su espíritu y que no doblegaría nunca su fe hacia su Dios, se persignó y cerró la puerta que le hacía recordar lo sucedido.

-Fin.

No hay comentarios:

Publicar un comentario