Ha pasado un año y siete meses desde aquél
parpadeo, y 23 días desde que mis labios rozaron el polen de un girasol
luminoso.
Entre tanto tiempo, se me olvidaba decirle
que, no doy los buenos días, que la única manera es que le amara insaciablemente
para creerme ese detalle. Que no he nacido con la sutileza de buscar a la
gente, es una verdadera decadencia de parte mía, y es una injusticia no hacer
ese tipo de detalles.
Le diría un par de mentiras, pero he tratado
de vivir en una cruel realidad que lastima a mis ojos, que lastima a mis días,
pero entre tanta mierda quiero creer que me quiere, y que comprenda que mi
única intención es quererle, incluso, más allá de una cruel vida.
Me faltó decirle tantas cosas al respecto, que
mis miles de defectos le han mantenido tan distante, tan lejos, de huida,
cuando debiese de ser yo quien estuviese de estar corriendo.
He pasado días enteros resolviendo preguntas
que, quizás, tengan respuestas diferentes a las mías, pero, no soy de hierro,
muero con cada conclusión que me lastima hasta los huesos; quiero creer en una gran
mentira, pero ya no puedo, su desprendimiento me ha hecho conocerle y aunque
quiera quedarme, ya no formo parte de su vida. Lástima, la vida no suele ser
como uno quiere aunque esté llena de mentiras.