Tal vez deba acostumbrarme a perderte, a no sentirte, a no dolerme.
Debo quererte cada día, un poco menos, hacer de este sentimiento un diminuto punto para que deje de ser un agujero en mi pecho.
Quisiera odiarte pero a la vez te quiero y por más que me recalque que no nacimos para amarnos, me llega la déspota idea de poder querernos.
Es un anzuelo que por más que estire me convierte en señuelo y en víctima al mismo tiempo.
Tal vez deba morir y darle entierro a ésto que siento.