sábado, 20 de junio de 2015

Es un martirio que sus labios estén cerca de los míos y no poder besarlos por que son prohibidos.
Es un desquicio morir de ansiedad mientras recorro éste cuarto que se a creído grande pero que no los es conmigo.
 Y me rindo, le regalo mi alma a aquella sombra que me mira de lejitos.
Le regalo mi cuerpo a los gusanos si es que un demonio no está interesado en adquirirlo.
¿Pero, qué digo?
Soy el demonio que nadie ha conocido y que se asoma solo por un rendijo.
Soy un ángel cuando estás conmigo, aunque en vez de blanco se ha vestido de negrito.
Soy un vaivén que baila en un apéndice que se envuelve en una hoja como si fuera un estuche fácil de cerrar y difícil de abrir; aunque para ti sería muy fácil, solo bastaría con que abrieses la boca y permitieses que nuestras diferencias conformen un coro al compás de las caricias y los besos, esos besos que queman los labios y rejuvenecen el alma.
¡Soy! Soy un animal que se transforma por la silueta de tu cintura, el grosor de tus piernas y el desliz de una espalda esbelta llena de ansiedades que pueden ser aún más grandes con mis caricias.
Soy un monstruo que se tranquiliza con el mirar de tus ojos y el resplandor de tus sonrisas.
Eres el ser que me roba las palabras y me regala un centenar de letras.
Eres tú mientras soy yo, no somos iguales y no pretendo serlo, porque amo cada diferencia tuya que se impregna en tu cuerpo.

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