Existen
cafés de varios tipos, para todos nuestros humores.
El
de la mañana que te relaja y te pone a pensar, tal vez la mayoría en los
problemas, pero, el resto es una delicia.
Sin dudarlo, puedo compararlo con una
mujer, por su deleite, su dulzura complementaria, su aroma, su textura, su
estructura que embriaga y puede enloquecer.
Puede ser amargo o dulce, total, su aroma
no cambiará y seguirá siendo aquél que enamora con las mil maravillas que lo
complementan.
Muchas personas lo prefieren a toda hora,
yo, lo prefiero por las mañanas, es como el amor que me regala el desayuno, es
una caricia que pasa por mi tráquea.
¿Y tú, a qué hora lo prefieres?
Es despreciado por aquellos que lo toman
por tomar y un placer para aquellos que hasta los regalan con una sonrisa y,
aunque el costo es algo elevado, es bueno tomar café.
Es
el confidente de mis tristezas y la imaginación de ver a mi madre tomar en mi
compañía.
Es como una sonrisa entre tantos
pensamientos, es mi guía entre las líneas, mi droga, mi delirio, ahora que
recuerdo es uno de mis vicios, el vicio de todas las mañanas.
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