miércoles, 27 de julio de 2016

Confesarse es un dilema.

Entonces, nos encontramos en cuatro paredes, tan cerca y distante a la vez. Lo que nos toca es correr o hacer que corra la buena suerte por nuestras venas porque no es posible que el infierno lo tengamos tan cerca.
No es posible que se cierren puertas, que hayan tan constantes problemas y nuestros sentimientos siempre miren a través del espejo de la persona incorrecta. ¡Una mierda! Quítense las malditas caretas... Grítenle a los corazones que ya mantienen dueñas y así nos evitan entrar en el núcleo incómodo de andar gritando nuestras condenas, porque cariño, confesarse es un dilema.

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